Alfonso López Borgoñoz:
La pregunta de cuál es la posición política correcta en una caso como el presente no es sencilla de articular en un comentario breve.
Pero, al igual que a ciertos productos que antes se hacían llamar 'bio' se les ha retirado el permiso de hacerlo al no tener una serie de características concretas enunciadas en la ley (esa ley sería también motivo de debate, pero no vale la pena extenderse), y en ello han insistido mucho y a menudo las personas defensoras de una cierta manera de entender la producción de alimentos destinados al consumo humano (promordialmente), no hay duda que se debería tratar de acotar el uso de palabras como terapia, curativa, saludable, etc sólo a aquellas prácticas que se haya acreditado su eficacia para aquello que dicen curar, etc.
Las autoridades sanitarias sólo deberían recomendar o regular el uso de aquellas prácticas que realmente se haya acreditado que curen en mayor o menor manera y, en todo caso, no regular por decreto ni mediante comisones de 'expertos', sino demandando a las prestigiosas instituciones biomédicas que financia la propia Generalitat que les hagan en forma previa a la aprobación de las mismas un estudio sobre la efectividad de las diferentes terapias que prentenden subirse al carro de las medicinas tenidas como científicas, para así, gracias a ese informe, poder criticar las mismas desde una perspectiva y análisis científico y no basado en la autoridad que da una religión, una cierta antigüedad, un cierto esosterismo o la simplicidad de sus argumentos.
Las autoridades recomiendan el uso controlado de los fármacos y que la gente no se automedique. Así mismo, se obliga a la recogida de fármacos en las farmacias. La salud no puede quedar en manos de no expertos. Correcto.
Sin embargo, ¿sí podemos decidir sin mayores conocimientos cual será la terapia más beneficiosa para nuestro caso? ¿si la convencional, si la acupuntura, la homeopatía, etc etc?
No tiene sentido que la gente crea que opta a lo mismo cuando se inclina por una terapia que por otra. Y eso lo deberían defender los mismos defensores de lo alternativo, para los que todo no es posible que valga lo mismo e igual en todos los casos y que, por lo tanto, aunque defiendan algunas de ellas (como la acupuntura o la homeopatía), deberían ser mínimamente críticos con respecto al uso de las otras.
Pero ello no es así, en las revistas 'alternativas' todo cabe, excepto la crítica a ninguna terapia alternativa (salvo en casos honrosos, que los hay, como en todo). ¿Y ello porqué? Por lo de siempre, la escasa tradición científica de verdad de esas prácticas y, en el fondo, de los que las defienden, al no aceptar la importancia de los estudios en profundidad de las mismas, especialmente cuando les son contrarios.
Resumiendo, desde mi perspectiva, a las autoridades sanitarias sólo cabe que pidan a las nuevas 'terapias naturales' para ser admitidas los mimos procesos de validación que se requieren para la aprobación de nuevos fármacos o prácticas médicas. No pueden haber dos raseros ni dos cedazos para controlar los tratamientos que afecten a la salud pública.
¿Qué hacer con los ahora llamados prácticos que operan de buena fé? Sin duda, su regulación no puede ser por las autoridades sanitarias, para evitar confusiones, sino que la tutela de éstas personas debe ser sólo para que no hagan pasar como sanitarias prácticas que no se haya acreditado que lo son.
Su regulación, quizás, debiera ser por las autoridades que regulan el consumo no sanitario u otras, y los practicantes de las mismas (al igual que el tabaco), deberían obligatoriamente que anunciar en sus establecimientos y productos de forma patente y categórica que no se ha demostrado la eficacia de estos productos o tratamientos que ellos venden o efectúan para ninguna cuestión sanitaria.
Lo mismo, por otra parte, debería pasar con todos los otros productos milagro o yogurts maravillos que se venden con propiedades que generalmente son una invención o una exageración de los anunciantes.
¿Se puede permitir la venta de ajo, agua y limón como producto contra el SIDA? Creo que estamos de acuerdo todos en que no. ¿Porqué? Porque no ha demostrado que sirve contra el SIDA. Ello quizás no implique el negar la venta de estos productos, pero sí el hecho de tratar de hacer público y patente que los mismos no sirven para acabar con el temido virus que provoca el sindrome citado.
Por otro lado, sería importante que la misma profesión médica se implicara en un proceso de defensa de validación de las mejores prácticas demostradas en todos los casos, ya sea dentro de la medicina que algunos llaman convencional o en las que esos mismos llaman alternativas.
domingo, 25 de marzo de 2007
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